viernes, 4 de mayo de 2012

Nuestros árboles testigos mudos

El roble melojo (Quercus pyrenaica) es un árbol no muy grande, que con su corteza cenicienta nos ofrece imágenes espectaculares en las distintas épocas del año. En primavera sus nuevos brotes comienzan a salir, en verano sus hermosas hojas con lóbulos irregulares nos ofrecen refugio del sol y por último en otoño e invierno puedes dejarte llevar por su bosque de copas llenas de hojas marchitas… En cualquier época del año nos ofrecen un rico abanico de tonalidades que nuestro ojo, una pincel o una cámara pueden grabar como un recuerdo impresiónate.



El roble es un árbol de hoja caduca pero sufre un proceso que los botánicos denominan marcescente, es decir, que las hojas permanecen ya secas en las ramas hasta la aparición de los nuevos brotes. Es muy frecuente en la Península Ibérica y a pesar de su nombre, cosas que ocurren, es poco habitual  en la región de los Pirineos. Prefiere las zonas de interior y laderas de montañas silíceas, así como los suelos de textura arenosa.
Hoy podemos ver nuestros robles llenos de brotes verdes, porque no solo la primavera hace que nuestros animales estén más activos, las plantas tienen mucho que decir y sus nuevos hojas son testigo mudos de este renacer. Queremos rendir un homenaje a nuestros árboles, y son los robles de Cañada los que nos lo han sugerido.


Las plantas nos hablan y no quieren callar pues tienen mucho que decir. Son ellas el pulmón de nuestro planeta, nos dan alimentos, medicinas, refugio, carbón… pero hay muchas que están amenazadas y nos olvidamos de ello porque raramente hablamos de las especies en peligro de extinción que no sean animales. ¿Has pensado que nos dan realmente además de oxígeno? Muchos seres vivos dependen de los árboles para vivir porque les dan alimento, hay muchas aves que sin ellas no tendrían lugar donde hacer sus nidos, a otras les dan cobijo, protegen el suelo de la erosión, son barreras contra la contaminación acústica… Son imprescindibles en nuestros ecosistemas y un importante elemento de biodiversidad. A ellas también les afecta la degradación del terreno, la agricultura y la ganadería, las torres de alta tensión, los desarrollos urbanísticos, las talas masivas, la introducción de especies foráneas invasoras, los incendios, las actividades económicas… el hombre.



Hay muchas especies que quizás no soporten la presión y puedan llegar a vivir otro siglo, y sería una pena no ver más un “fósil viviente” de más de 270 millones de años de antigüedad como es le Ginkgo (ginkgo biloba) en China, o la Sequoia de California (Sequoia sempervirens) que es el árbol más grande del mundo, o los Baobabs africanos (Adansonia digitata) o árbol de la vida, que en Madagascar sirven de gran casa de otras especies en peligro como los lémures. Pero también podemos hablar de otros más conocidos como el nogal (Juglans Regia) o el castaños (Castanea sativa Miller). Todas ellas son un rico e inigualable legado de la naturaleza que debemos conservar.




Como parte de nuestras actividades medioambientales nuestros árboles son un recurso imprescindible en la educación de los niños de todas las edades que vienen a visitarnos cada año. Los árboles nos ayudan en esta importante tarea y sin ellos nuestra labor para que los visitantes conozcan los valores naturales, no serían lo mismo.







Blanca Herrera

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